martes, 16 de octubre de 2007

FUMAR

Para dejar el hábito de fumar

Mucho se ha escrito sobre el mal hábito de fumar y las repercusiones sobre la salud del fumador y de quienes le rodean. También se han propuesto múltiples técnicas terapéuticas que incluyen fármacos, parches de nicotina, gomas de mascar con esa sustancia, psico­terapias de los más diversos tipos, individuales y en grupos, etc. En esta oportunidad no voy a referirme a ninguna de ellas en específico, sino daré algunos consejos que pudieran ser de utilidad para quienes padecen una habituación nicotínica o tabaquismo, como se le conoce en la literatura científica. Ellos me sirvieron para dejar de fumar hace tres años, y poniéndolos a disposición de los fumadores estoy cumpliendo otro de los pasos reafirmadores de la ­decisión de abandonar este mal hábito que es ayudar a otros aquejados del mismo problema.

1. Debe darse cuenta de que padece tabaquismo, pues muchas personas consideran que fuman porque les gusta, porque no les hace daño, porque les calma los nervios, porque les quita el apetito y no los hace engordar, y un largo etcétera, capaz de incluir las más disímiles justificaciones, lo cual es común a todas las habituaciones. Y estas justificaciones son auto­engaños. Usted tiene un problema de salud ni más ni menos.

2. Dése cuenta de su autodestrucción, de su “espíritu suicida a largo plazo”, al fumar su salud se daña y le produce, antes que cáncer, una serie de molestias a nivel de la boca, el aparato respiratorio, el corazón, las arterias, el estómago, los órganos sexuales, los nervios periféricos, en fin, en todo el cuerpo, lo cual disminuye su calidad de vida.

3. No piense todo el tiempo que se propondrá dejar de fumar. Muchas personas dicen: “No voy a fumar más”. Eso es funesto, pues quien dice tal cosa comenzará a boicotear su decisión con reflexiones como: “¿Tú sabes lo que significa que más nunca pueda fumarme un cigarrito?” “¿Y cuándo me tome un buchito de café?” “¿Y cuándo me tome un trago?”. Y otras similares que irán minando la decisión tomada a tan largo plazo. Esta expresión es un error, suprímala.

4. Es necesario tener reales deseos de abandonar ese mal hábito. Si no está preparado para dejar de fumar es preferible que no lo intente, pues de hacerlo sin estar en realidad decidido, volverá a fumar y esa “recaída” le servirá de justificación sobre lo difícil que resulta “dejar el vicio”, porque lo intentó y no lo logró. Eso reforzará su adicción.

Pero además, ese aparente fracaso le dará un sentimiento de ineficacia, de no tener voluntad que será reforzado por quienes le rodean y le hará incrementar el consumo de cigarrillos.

5. Una vez decidido, prepárese psicológicamente para sentirse mal, para sentirse irritable, somnoliento, intranquilo, con deseos de fumar muy intensos, que son los síntomas del llamado Síndrome de supresión, siempre presentes con mayor o menor intensidad cuando se suspende de pronto un tóxico al cual se está habituado. Pero también es necesario saber que esos malestares, al igual que el deseo de fumar, pasan. Son intensos, pero pasajeros. Continúe manteniendo su decisión, a pesar de ellos; y ese mal rato pasará y habrá ganado una batalla más en su lucha.

6. Si fuma sólo satisface el deseo momentáneo de quitarse el malestar que le está ocasionando no hacerlo, pero mientras más tiempo lo haga, mayores serán los malestares cuando se decida a dejarlo. Es común a cualquier habituación que los síntomas de supresión sean más intensos mientras mayor sea el transcurso en contacto con el tóxico y si se incrementa su cantidad.

7. Si satisface ese deseo momentáneo estará posponiendo la toma de su decisión más sensata, dejar de fumar, que favorecerá su salud y la de los suyos.

8. Piense en no fumar hoy. A usted no le debe interesar mañana, pues esa fecha nunca llegará. Mañana será hoy. Su vida está formada por muchos hoy y ningún mañana.

Antiguamente en Cuba se podía leer en algún establecimiento privado: “Hoy no fío, mañana sí”. Y mañana encontraba el mismo cartel con el mismo mensaje, porque ese mañana en el que se fiaba no llegaba nunca. Siempre era hoy. Este consejo tiene mucho que ver con esa frase. La única diferencia es que evitamos ­hacer referencia al mañana. A eso se denomina abstinencia de veinticuatro horas en el tratamiento del alcoholismo, otra habituación patológica.

9. No baje la guardia y mantenga al enemigo (el cigarro) lejos de usted. Por tanto, con los enemigos no se “coquetea”. Desaparezca los ce­niceros, bote las colillas, deshágase de las cajetillas que todo fumador guarda, evite los lugares donde se fuma y a los fumadores aunque sean sus amigos o familiares. Si ellos están en la sala, usted se va para el patio.

10. Aprenda a decir no, pues como fumador que es, le brindarán cigarros y esa debe ser su respuesta, sin dar muchas explicaciones, no está obligado a ello.

11. Lea sobre técnicas para dejar de fumar que complementarán su decisión y le harán sentir más seguro.

12. Debe autoestimularse, autopremiarse por lo logrado. Se puede comprar algún regalo con el dinero ahorrado por su decisión de dejar el mal hábito.

13. Ayude a otros a dejar de fumar, ínstelos a, igual que lo ha hecho usted, enfrentar la vida sin cigarros.

14. Evalúe sus progresos en salud (respira mejor, no tose en las mañanas, es sexualmente más capaz, no tiene dolor en las piernas, ni peste a cigarros en el aliento, ni quemaduras en las ropas, ni manchas de nicotina en manos y dientes, etc.).

15. no olvide que es un fumador hasta que se muera. No sea autosuficiente y crea que porque lleva diez años sin fumar ya está curado. Yo no lo creo. Más fácil es considerarse un fumador abstinente y evitar llevarse el primer cigarrillo a la boca.

16। Disfrute de los comentarios favorables de sus familiares y amigos sobre usted, su nueva imagen, su voluntad por vencer su habituación, su capacidad para tomar una decisión a tiempo, y otros muchos halagos que le harán। Recuerde: si hay una cosa útil que usted puede hacer es dejar de फुमर। (FUMAR
प्सिकोतेरापिया परा अप्रेंदेर अ विविर
FERNANDO

LA SUERTE

Yo no tengo suerte

Muchas personas con dificultades en sus vidas, con frecuencia dicen algo semejante. Es una declaración negativa pues quien lo dice se priva de algo positivo. Sería como si dijera: “Yo no tengo inteligencia”, “yo no tengo valor”, “yo no tengo bondad, honor, etc.”. Es además pesimista, pues no tener suerte es sinónimo de ser un fracasado. Es, pues, un pensamiento negativo. Por tanto, usted no tiene suerte no porque no la tenga, sino porque piensa que no la tiene.

Detrás de esta expresión se esconde también una forma “mágica” de pensar. Si las cosas salen bien es por la buena suerte y si salen mal es por la mala suerte que tenemos. Todo depende de ella. Niega la posibilidad a la persona de influir en su futuro, en que las cosas le salgan bien, regular o mal, lo deja todo a la suerte. Quienes piensan así no ven la participación que tienen en que su vida ­cambie.

¿Por qué no se tiene suerte? Porque se hacen muchas cosas impropias: si no le fue bien en el matrimonio, puede haber elegido la pareja inadecuada, no la conoció suficiente antes de formalizar la relación, no modificó determinados rasgos de su carácter que entorpecen la convivencia en pareja, etc. Entonces se divorcia y encuentra (para usted) el hombre ideal o la mujer de sus sueños, pero con el inconveniente de tener compromiso. Ahora se lamenta de su mala suerte y decide rehacer su vida con alguien que lo necesite y comienza otra relación con una persona a la cual usted le lleva veinte años y que efectivamente le necesita, pero... por un tiempo.

Y así, irá de fracaso en fracaso, echándole la culpa de su falta de previsión a la mala suerte. Por favor, no culpe a la suerte de su incorrecta manera de actuar. ¡Su mala suerte es usted!
Tomado de Perez Barrero S,A.
Fernando